viernes, 12 de abril de 2019

scaramouche


Aquí la gente agacha la cabeza. Tal vez por eso
alguien haya pintado en la acera en grandes letras rojas de imprenta VIVA SCARAMOUCHE.
             Jordan lo ha visto porque también iba caminando con la cabeza baja –y ha pensado: touché!

Aquí la gente agacha la cabeza. Los niños juegan su rayuela, saltan sin tocar la S, sin tocar la CH;
el autor habrá sido alguien con cierta perspectiva,
cierto sentido político, cierta mirada histórica sutil.

La Revolución es cosa del mañana, se ve que es algo del futuro,
algo que ha ocurrido ya cientos de veces. Una vez más, tal vez por eso, ocurre lo de siempre, y la gente levanta
la cabeza para mirar un cielo
que gotea su insoportable levedad.

Bullen de sangre los adoquines, barricadas en la calle mayor, lívidos
balcones, lívida poesía social, noches (semi)automáticas como armas de repetición, hartas de Luna
llena, vacías de espacio real. Hay una poesía privativa y delicada,
profundamente histérica, un armatoste medido a bulto,
dado a la introspección y la geografía, de impacto semejante al de un avistamiento ovni, un relato fuera del mundo,
amparado por un ansia de relatividad innegociable.

Tal vez la contrapublicidad esté detrás de tanta conmoción, un experimento llevado a cabo por mentes
alternativas y otros ingenios derivados del odio –Jordan
cree que todo es milagroso (llegados a este punto).

Aquí, quien más quien menos, compone una silueta cabizbaja. Aquí se anda
deprisa por la calle; luego la gente se muere en el pasillo, se muere en la azotea, se cae por la escalera de su casa,
y no hay ninguna nube, el aire es una bóveda plomiza, los ángeles,
retoños concebidos por la tierra.


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