lunes, 22 de julio de 2019

esta rareza del amor


En la confusión, hay luz. Todo es tan perfecto que asusta, las cosas
muestran su perfil de cosa rara, los momentos muestran su perfil de tiempo detenido; se produce
una fusión y nacen los pasatiempos. Destiny® pasa el tiempo
detenida en una rosa, la escruta, la estudia, la mira con aquel ojo interior,
íntimo y maravilloso de su nación oculta.

A veces es preciso proyectar la luz sobre cualquier incendio,
arrojarla sobre cualquier socavón inoperable. A simple vista: el haiku se acabó antes de empezar,
era sumamente remiso, pretendía algo convincente
y sórdido aspiraba a la totalidad de la experiencia, pero se acabó
antes de empezar.

Esto para el haiku, que no tiene vergüenza. El poema debe
avergonzarse de sus montañas y sus ángeles modernos, de su automoción y su tráfico
pesado (y su tráfico de estupefacientes); el poema debe ser el estupefaciente, la conexión por excelencia,
su excelencia el jefe del tinglado.

Destiny® como si mirase por el ojo de la cerradura con ese nervio
óptico tan personal, esa industria mítica de la naturaleza. La vemos pasear,
seguir la misma ruta, el tramo respetable de South Presa, su polvorienta vía láctea, el recodo
involuntario donde la vida
extraña como una forma de vida y las chicas son fantasmas afanados a la literatura,
sacados de una novela rosa dentro de una novela negra
dentro de un chicle de mascar.

Dios se distrae con sus pasatiempos: guerras de religión y otras secciones
que no fracturan su índice de audiencia (cosas como la inexistencia de dios). El trabajo de los ángeles
es un rato difícil, nada fácil, es como hacer un haiku
de quinientas páginas y luego seguir bailando
como si en la confusión no hubiera luz
o se hiciera la luz por debajo del aire.



artgoritmo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores