domingo, 5 de septiembre de 2021

laura viaja al futuro

 

Esto es un secarral, el agua se encarece,
guarda un parecido errático con el fuego ―quizás. Viajamos. Viajar es el colmo
de la recapitulación, es como ir al cine en 3D sin gafas 3D. El color está
sobrevalorado, las praderas, las flores están hiperventilando, cotizan
alto en la bolsa de la compra.
 
Ser la postal ferroviaria, el tren que se agudiza en el desfiladero; ahora
pasa por los barrizales de Galitzia, es el tren de los combatientes de Zweig, aquel que partía
hacia los intestinos de Europa. En la postal el cielo
reverencia al vacío, imita al Arte
pero sin éxito.
 
Guerra y pan; obrad el milagro, seriad la muerte, sin tregua. Los campos
van arruinados de rojo y la ventisca
anuncia un espejo sin llama.
 
En el tren se come despacio, se come a toda prisa, las migas endulzan el suelo del vagón,
sirven de alimento al hambre que repta como una serpiente
escandalosa. La muerte ha terminado por hacerse un selfie con la familia completa (el padre la miraba
de igual a igual).
 
Otro peldaño a la fama, de aquí se empieza, y las palabras
acuden orgullosas de su policromía. Todos tan mudos como Laura, todos herederos de la luna más honda
de la tierra: este poema lleva su nombre
grabado en la memoria, se parece a la brasa que resume la vida
en un penoso esfuerzo. Esta hierba remuerde la conciencia, su color es un vector
indecible que se acuesta en el aire
como el aroma del vértigo.



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