Hay que ver a Kajol, redonda como un sol de
mediodía,
el cabello jugando con la espalda, los ojos decisivos
y valientes.
Feliz de una manera no exactamente religiosa,
como es feliz un choque cultural
(se tropieza con alguien en la calle y
tenemos el choque cultural en una sola dirección).
Ella es cultura de reinos acabados en
insignes palacios,
es una tristeza salpicada de siglos, erguida
sobre un podio de libros ilegales.
Digamos que una chica escultural, una mujer
pantera, planetaria.
Y todo lo demás es herejía.
Encuentra varios hombres que la quieren mal,
que la desean de modo agónico y demasiado
humano,
hombres intoxicados de fortuna
(también encuentra alguno un poco tonto, de
los que componen baladas sofocantes).
Ella es la que ama, la que amanece tan
temprano,
la que
dice te quiero con la boca pequeña y bendice el ambiente con palabras de amor.
Kajol en general, no obstante, siempre,
acicalada o mansa entre fieras audaces.
Kajol en un espejo que no es ella, en una
foto antigua que no es ella.
Kajol en un poema que no es.
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