Ella
nunca quiso ser dios.
Fueron
las circunstancias de sus párpados
las
que le dieron esa omnipresencia en todos los cristales.
No
es una chica de calendario,
ni
tiene por qué bailar en cualquier fiesta
(ni
tiene por qué leer la Trilogía de
Deptford ).
Es
una mujer y también la mujer.
Si
te mira a los ojos es la única
Si
te besa es la sangre de tus venas.
Ejecuta
misiones de color rojo
y es
adicta a la moda que percibe en las calles
(o
es una creadora de sí misma).
Sílabas
de encaje brotan de sus labios pintados al aire,
escapan
por las comisuras de sus labios con un escalofrío de silencio.
No
es un dios al que se pueda rogar,
no
sustituye a dios en las noches prodigiosas
ni
acecha por lo alto avizorando el odio de la humanidad.
Ella
es el parque. Los sauces la conocen de algunas ocasiones memorables.
Porque
no teme al viento agazapado en la senda
y se
atreve a pasar de la tercera fuente.
Quería
ser un ángel bondadoso en el tejado de la iglesia,
en
la boca del metro y donde no hubiera árboles.
Nunca
quiso volar.
Fue
por ventura que extendió sus alas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario