sábado, 1 de febrero de 2014

planeta feliz


Una presencia en la oscuridad, en un lugar seguro de la oscuridad, en un pequeño roto
de la oscuridad. Un crimen, un pecado, un paseo por el lado naif del planeta Hollywood.

Naves espaciales descienden sobre cualquier ciudad, sus ocupantes toman drogas,
ofrecen droga a los niños en la puerta del colegio, drogas que no parecen caramelos:
son polvo blanco. Y los niños que inhalan y ríen y juegan al escondite medio muertos de risa.

Por la acera con el reproductor gigante a todo volumen, al hombro como un saco
sin ser el hombre del saco. Entra Big K.R.I.T ante todo y a conciencia. Los detectives
husmean la salida de una crisis personal. Fluyen los dólares a saco y a conciencia,
largos dólares como dolores en la cola de urgencias que da la vuelta a la manzana.

Los alienígenas se mofan de un anciano, le ponen la zancadilla neoliberal, le desahucian
en vivo y en directo. Por las aceras el rap serpentea y silba melodías sin crédito,
es un animal sin pizca de aliento que espanta a las chicas con su cola de caballo,
su planta nuclear y su actitud. Los muchachos muy altos ensayan ceremoniosos,
sus zapatillas resbalan ácidas por el pavimento, componen figuras con un mínimo de arte.

En su planeta Hollywood algunos niños se meten en peleas y sangran por la nariz,
pero luego se meten unas rocas para celebrarlo. Las mamás tienen corazón.
Dentro de la oscuridad una presencia que no es el corazón de mamá, por el lado oscuro,
este lugar seguro de la nada que todos los niños conocen. El miedo se justifica
solo, se duerme y levanta pesadillas como castillos de naipes;
el miedo fuma y coloca piedras en el camino de la noche que se tropieza y sangra luz de luna.

Unos extraterrestres bien conocidos azuzan perros lobos contra la multitud en un concierto
bastante legendario. La música desborda los oídos, abofetea mejillas coloradas y gordas,
propina golpes secos en la frente del público. Jesucristo es un cabeza rapada que multiplica
cervezas y bocadillos de tortilla sin mover un dedo, apenas deseando ser buena persona
(un tanto retorcido, huérfano y demás).

La fiesta suena bien y las mujeres bailan como hechiceras, delineando sus faldas,
reforzando su angustia. Los chavales echan humo por los ojos y comienzan a hablar
en idiomas perversos. El hip-hop fuerza un estremecimiento en aquella piel verde tan hermosa.
Los alienígenas son bellos como el agua corriente, pero matan como el fuego a discreción.

La hierba. Millas de hierba, floral, tupida, para sentarse en ella húmeda y reciente. La hierba
tímida, a cien por hora, gratis. La hierba sucia, tímida, reincidente. Hierba de su color, a su color,
por su escalera caracoleando a campo abierto, cuerpo, cuernos y relax, hierba imposible
echando humo por la nariz, creciendo siempre en su cuerpo vivo.

Por la acera del planeta Hollywood, una muchacha negra con un spray emulando a K. Haring:
un muñeco furioso estirando los brazos para engancharse al cielo.






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