Una
presencia en la oscuridad, en un lugar seguro de la oscuridad, en un pequeño
roto
de la
oscuridad. Un crimen, un pecado, un paseo por el lado naif del planeta
Hollywood.
Naves
espaciales descienden sobre cualquier ciudad, sus ocupantes toman drogas,
ofrecen
droga a los niños en la puerta del colegio, drogas que no parecen caramelos:
son
polvo blanco. Y los niños que inhalan y ríen y juegan al escondite medio
muertos de risa.
Por
la acera con el reproductor gigante a todo volumen, al hombro como un saco
sin
ser el hombre del saco. Entra Big K.R.I.T ante todo y a conciencia. Los
detectives
husmean
la salida de una crisis personal. Fluyen los dólares a saco y a conciencia,
largos
dólares como dolores en la cola de urgencias que da la vuelta a la manzana.
Los
alienígenas se mofan de un anciano, le ponen la zancadilla neoliberal, le
desahucian
en
vivo y en directo. Por las aceras el rap serpentea y silba melodías sin
crédito,
es un
animal sin pizca de aliento que espanta a las chicas con su cola de
caballo,
su
planta nuclear y su actitud. Los muchachos muy altos ensayan ceremoniosos,
sus
zapatillas resbalan ácidas por el pavimento, componen figuras con un mínimo de
arte.
En su
planeta Hollywood algunos niños se meten en peleas y sangran por la nariz,
pero
luego se meten unas rocas para celebrarlo. Las mamás tienen corazón.
Dentro
de la oscuridad una presencia que no es el corazón de mamá, por el lado oscuro,
este
lugar seguro de la nada que todos los niños conocen. El miedo se justifica
solo,
se duerme y levanta pesadillas como castillos de naipes;
el
miedo fuma y coloca piedras en el camino de la noche que se tropieza y sangra
luz de luna.
Unos
extraterrestres bien conocidos azuzan perros lobos contra la multitud en un
concierto
bastante
legendario. La música desborda los oídos, abofetea mejillas coloradas y gordas,
propina
golpes secos en la frente del público. Jesucristo es un cabeza rapada que
multiplica
cervezas
y bocadillos de tortilla sin mover un dedo, apenas deseando ser buena persona
(un
tanto retorcido, huérfano y demás).
La
fiesta suena bien y las mujeres bailan como hechiceras, delineando sus faldas,
reforzando
su angustia. Los chavales echan humo por los ojos y comienzan a hablar
en idiomas
perversos. El hip-hop fuerza un estremecimiento en aquella piel verde tan
hermosa.
Los
alienígenas son bellos como el agua corriente, pero matan como el fuego a
discreción.
La
hierba. Millas de hierba, floral, tupida, para sentarse en ella húmeda y
reciente. La hierba
tímida,
a cien por hora, gratis. La hierba sucia, tímida, reincidente. Hierba de su
color, a su color,
por
su escalera caracoleando a campo abierto, cuerpo, cuernos y relax, hierba
imposible
echando
humo por la nariz, creciendo siempre en su cuerpo vivo.
Por
la acera del planeta Hollywood, una muchacha negra con un spray emulando a K.
Haring:
un
muñeco furioso estirando los brazos para engancharse al cielo.
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