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el pensamiento su tormenta pálida. No se ralentiza nada, se realiza
pero
encuentra altas barreras de premonición. El pensamiento es siempre de una forma
no verbal,
adimensional; es interesante saber, ver lo que ocupa, el gráfico de su región-O
que
se aleja deprisa, la mezcla que contiene y lo caracteriza tanto: sus razones.
Y tuvo
un presentimiento falso, falto de gramática o grandeza, sin expresividad,
difícil de contar.
¡A
ver lo que se piensa!
Por
la fuerza, reunieron un fondo y extrajeron a dios, un tesoro indignante.
Las
almas recibieron un ultraje tras otro y dejaron de habitar la noche. Ella
sintió el vacío
debajo
de la piel, la siguiente persona que pugnaba por salir a la luz. Su pensamiento
realizaba
falsos giros en el idioma de la realidad, apretaba un espacio como Central Park
en la
palma de la mano izquierda; era una esponja alrededor del vientre.
Lanzaba
dardos desafortunados que se clavaban en el humo, sus palabras esféricas,
sin
agudeza, aguijones casi ciegos, orgánicos como la fiebre.
El
deseo forjaba calamidades personificadas, estereotipos odiosos. Ella, cohibida
en su ángulo
cambiante,
controlaba los tiempos: lo que tardaba el frío en traspasar el hueso delicado;
pensaba
en su memoria, imaginaba la sonrisa de una imagen suya,
formulaba
preguntas para la posteridad.
Por
delante del sueño, pasa el cadáver más hermoso. Nadie se duerme en la materia
gris
ni
sale a cuerpo a la tormenta psíquica, que disfruta su omnipotencia rigurosa.
La
intensidad con la que niega tres veces el cariño, mil veces el amor. Es un
talento para gritar,
un
genio en alto, el trazo seguro de un pintor decente pasado por el oblicuo tamiz
del arte
hasta
que el lienzo sangra su verdad de oferta -meticulosa insania-, su egoísmo
atroz.
El
amor solo se piensa por un instante adentro, un cascabel mecánico. Sobre la
hierba,
extendido,
un mantel de silencio, el sol tiznando las alturas, el húmedo arco de su pie.
De
pronto, un fantástico argumento (¡Eureka!), la noción no transitada.
Hay
que pensar también en el amor. Dejarse de intenciones y pasar trágicamente a la
acción.
El
pensamiento aguarda su motor en llamas, la fogata, el índice acusador.
Ella remonta
un amago de melancolía y prepara una nueva feliz coincidencia.
Tiene
ideas como estatuas: su propia idea sobre el azul del mar,
su
inapelable juicio metafísico sobre el alcance de la poesía.
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