lunes, 1 de septiembre de 2014

all in


Arquitectura de carretera. Este románico enladrillado (y fatal).
Prostíbulo cerrado. Se vende.
Una línea directa. Su esplendor es un término fijo de potencia. Un endecasílabo pelado.

El reino por un grano de belleza. Se vende obra de arte demasiado profunda para ser contemplada al natural.
La belleza hace la esquina entre sus libros. El colorido se tambalea y deja escapar un suspiro conjunto.

Donde esté la belleza. Tanta masificación es indiscutible, camufla y debilita, dificulta el rastreo,
la unanimidad. Es un trabajo obsceno de tan duro: caminar y ver. Solo.
Solamente un vistazo. Luego se mira al futuro que es mirar un paso adelante, es mirar el fin del camino.
La belleza es una larga historia; su belleza es el final de la historia.

Su belleza no aparece en el mapa. No figura entre las efemérides su nacimiento. Podría haberse muerto,
pero vive. Se vende obra de arte: el poema. Todos sabían escribirle poemas, rimaban con la a, en ara,
escribían: ¡quién amara! Hay que fijarse en la composición: sobrios versos hartos de poder,
muchos esdrújulos y finos. Todos escribían el poema, el mismo poema de amor.

Se combaba la vida. Las colegialas jugaban su rayuela moderna, a la comba, tal vez online con el dinero de papá
una partida a muerte al texasholdemnolimit; la muerte súbita: all in. Precocidad. Las chicas mayores
andaban con los zombis entre polvaredas o nubes de humo, y ellas mismas ya mordían un poco
la carne fresca, ya tenían ese tipo de sed.

Espejismos aparte, la belleza sucumbió a la primera escaramuza, digamos que fue herida en el muslo
-que es una herida sexy-, de refilón; tampoco hubo demasiada sangre, fue como un rasguño,
un arañazo que precisaba atención médica: en el muslo. No se resintió su belleza, su hermosura
quedó intacta, nítida, proclive a despertar sensaciones ocultas, absurdas,
mímicas, místicas, abundantes emociones sensacionales.

Es sabido que el poema podía haber terminado en este momento. Un poco más adelante,
mirando a su porvenir de estrellas, la distancia y el éxtasis. Un verso más y basta, corto, largo,
pero no se termina, no tiene tiempo de escribir su fin sin haber hablado de ella en realidad.

Y hasta aquí el prefacio, la sombra que se extiende piadosa, sábana santa.
Hasta aquí el balbuceo del poeta sin sueldo.


El Poema

El poeta gana el salario del hambre por mirar por un hueco en la pared: es su trabajo.
Desde el agujero se ve un prostíbulo cerrado y cierto corredor de tránsito. La belleza derrama su caudal
devastador cada segundo del día, incluso cuando no está a la vista y permanece acaso su nostalgia
posada en el recodo, una sombra tendida en el suelo.

Los héroes fuman y esperan: es su trabajo, o su menú.
Uno viste una capa retórica y farfulla el verso. Otro rebusca en el contenedor con afán de perfección.
La bazofia es devorada, devorable, sabe bien, tiene buen gusto, es casi artística y merece reconocimiento.
Ciertos artistas reproducen calderos de inmundicia en sus ceremonias y arman monstruos de papel reciclado,
obras orgánicas que se replican a su vez y crean cubos de basura para la abstracción.

Ahora la belleza debe estar por aquí: groso modo.
El arte debe tenerla acorralada contra algún muro sencillamente grueso. Los y las poetas se disputan el fraude,
verbalizan un estado de ánimo fuera de control. Mienten sobre ella con demasiada felicidad.




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