lunes, 12 de abril de 2021

oliver twist

 

El campo ha completado una desviación típica, ¡ha vivido
tanto! Esta vegetación cuantifica la sequía, es el mundo tras el huracán, tras la furia
desatada de las aglomeraciones.
 
La existencia trama un big rip que no se reconoce a sí mismo, es un espejo
culpable. Los amigos se agradecen los servicios prestados y pasan a mejor vida, la familia
condena al destierro (como única misión). La gente pasea
por el Parque con la decepción instalada en el rostro, solo los jóvenes tienen tiempo para desaparecer de la foto
familiar, para desvanecerse como ráfagas de luna.
 
Flores sin apariencia de flor, signos sin contenido, figuras
rotas esculpidas en el sembrado, cosas extraterrestres desperdigadas por ahí. Chicas de La India,
físicamente perfectas, sus ojos industriales forjados en la fábrica del sol.
 
Tirado por los suelos, el libro es un desastre, el viento pasa las hojas, se detiene en la página
número 1.000 y vuelve a comenzar. Eternamente. En la estantería de la biblioteca, en la librería
de la esquina, el libro florece a voluntad, por su propio
autismo literario, nadie lo toca, pero arma un paraíso de soslayo a través de los tupidos ventanales.
 
Trenes veloces surcan
la endemoniada red de corazones, lanzan el humo dulce de la soledad,
son un recopilatorio de la tristeza del género humano.
 
Ocurren transiciones trascendentes, se completan
como puzles animados, te rompen la cabeza en pensamientos vacíos, ideas que fortalecen la teoría del todo. Hay
campo para siempre, su extensión es la de un universo
en forma de silla de montar, de membrana o, tal vez,
de niño abandonado.



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