domingo, 4 de abril de 2021

santa inmadurez

 

Lo que florece en el cielo es diferente a la flor,
se llama una mirada y transmite la calma de las grandes
estaciones, la paz de los pequeños desperfectos. Fundamental es atisbar la germinación
espontánea de materiales felices, se supone que una columna de pórfido
resulta maleable en manos del escultor
apropiado, artista del cincel y la palabra; pues el verbo consuma su aplicación metamórfica y da lugar.
 
Lo que acontece en la tierra, debajo de la tierra, a dos metros sobre la sombra
de la realidad, es necesario. Parece una fortaleza inmóvil, vehículo para el lucimiento de la naturaleza.
 
Estudiamos el tejido del cosmos,
hemos reducido la distancia precisa para las elucubraciones, pero carecemos
de la energía imprescindible, nos movemos a cámara lenta entre gigantes de pasos misteriosos,
dioses livianos.
 
Ella prosigue su camino hacia la luz profana de la medialuna, se acerca
a la primera escena del drama con un vestido atareado, su estilo
deportivo o de alondra, su maravillosa diacronía. En la mano, una rosa inestable, sujeta al principio
de incertidumbre del lenguaje poético (siempre viva en el verso).
 
Lo que sucede en el cielo es parecido a un intercambio de rehenes, semejante a una estatua de hace tiempo; Laura
cruza las manos, los labios, la cintura. Se mezcla
con la claridad indescriptible del último poema: como describir una paloma, interrumpir un grito
(solemnemente). La puerta yace
abierta en tres sentidos, su influencia suena como una melodía
desierta; ah, nos gustaría volar, tenemos la nostalgia, solo nos falta un toque
de santa, desafiante inmadurez.


Jana Brike, 'The Witchlight Hour'

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