En
el lienzo número veintidós
tiene
lugar una reforma agraria
llevada
a cabo,
tal
vez, por los insectos invisibles.
Hay
-quién sabe- buganvillas y otras hierbas
de
nombre impronunciable,
hojas
verdes
de
un verde comestible e infantil, tiernas.
David
pinta el número veintitrés:
el
tronco, los troncos, la liana, las hojas, las flores;
las
flores son pequeñas (y peludas, como Plateros rosa)
pero
traman su largo colorido.
En
el número veintidós una hoja que vuela es amarilla
o
color verde desquiciado.
El
pintor lleva una camiseta de rayas, marinera,
demasiado
juvenil,
y su
gorra blanca (dicen que característica),
pinta
a lo grande, en grande, grande, no quiere poemas pequeños
de
flores rosas. Hay solo un poco rosa y no en el veintidós,
ni en
el número veintitrés, donde hay un rojo que da para un poema.
Aquí,
el poema:
oda al número veintitrés
Horizontal, más vertical, redondo
aleatorio.
Redondo
en el perfil
debajo
de sí mismo,
un
deseo de liana como un cable pelado
echando
chispas de oro;
oro
es, oro entreverado en la casita del duende,
metal
terrestre que viene de la Tierra.
Oh,
cuadro vacío, vacío de la mina,
pues
ya se observa el brazo poderoso
balanceando
el pico, el hacha
sobre
las cabezas de la hierba,
tal
vez, solo tal vez, roja.
David Hockney, 'LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA'. Óleo de 2011 formado por 32 piezas |
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