Terca,
lúgubre, ¡oh, tan meritoria!
Húmeda
horrible ensangrentada de charcos, nubes oscuras,
encharcada
de sangre que revienta los vasos.
Líquida
desnaturalizada, deshumanizada,
a
bulto con la nota del piano sostenida,
Mozart
que va chapoteando fuentes,
saltando
ríos rítmicos.
Aquí
no hay más que flores,
flores
misericordiosas de religiosidad incorregible,
voces
maníacas, coros miserables,
¡ah,
perverso terror de los espíritus!
Tiempo
cabrón que nace y rompe aguas,
que parte
crismas con su rama de árbol.
Loca
de colores crudos,
cruda
como un muslo de pollo,
con
la piel de gallina y sus meses atlánticos,
soñando
ya muerta con los faros de octubre.
No
insistáis, no la esperéis,
desdeñad
su exhaustiva guirnalda, su vistosa cortina.
Aguardad,
si acaso, la próxima celada del invierno.
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