Estamos
por debajo.
El
taller es anacrónico, debemos aprender algo moderno,
algo
saliente, algo en francés, algo en
contacto,
algo
que embroque, que acatarre y cruja, algo filosofal, mejor, algo insepulto.
No
es posible escalar por esta rampa. El genio ha decidido ponérnoslo difícil.
El
taller no es bastante, hace falta un edificio de grandes dimensiones.
Una
casa gigantesca con el patio y sin fuente.
Debemos
intentar una forma en la onda, no retórica.
Es
indispensable acabar con el teatro,
terminar
con la farsa de las palabras necias, huir de la belleza que no existe.
La
forma es una forma, lo importante es el alma que suda a borbotones,
el
alma pegajosa que vomita y se revuelca en inmundos ectoplasmas.
Una
forma característica, simpática, ni siquiera profunda.
Podemos
ensayar un verso que sepa lo que dice. Que no sea tan largo como éste.
Un
verso particular, en su línea,
en
la secuencia principal,
juvenil,
productivo.
Es
decir, un verso técnico.
Lo
importante es el tema. Debemos aprender un tema nuevo.
Un
tema feliz o histórico, mítico, grecolatino,
o un
tema romántico de los nuevos románticos.
Ellos
tienen los suyos. Sus temas son felices.
A su
lado, los nuestros son cálculos vacíos.
Estamos
por debajo y en alguna parte luce un sol de tormenta.
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