Tristeza, qué alegre estás,
qué alegre me caes del cielo,
qué agradable mirarte en el espejo,
con esa buena cara y esos ojos
preciosos.
Vengo de la caminata, de andar tan
alto,
he caminado sin poderlo evitar.
Tú me recibes -qué alegre- dentro de
la casa triste.
Te miro en el espejo y veo
una fiesta chafada, un perro
vagabundo, un sol de arcilla,
una muñeca rota con los ojos
preciosos.
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