¿Tal vez el desamor?
Cuando el amor es tan inaccesible como un horizonte de
sucesos, cuando el amor es una estrella que se encuentra a cientos de vidas de
distancia, cuando un beso de amor..., cuando sentir el roce de la hermosa carne
de sus labios rosados es nada más que un sueño, una entelequia, y una caricia
suave sobre su armónica mejilla de terciopelo parece un anhelo imposible, un
deseo irresuelto, cuando, en fin, una palabra de amor, una declaración fugaz es
una ofensa, cuando decir te amo desata una tormenta, cuando expresar un
sentimiento blanco es poco menos que proferir una horrible blasfemia, un
insulto que exige una reparación mortal, entonces, es cuando el amor se muestra
en toda su radiante plenitud. Cuando los ojos usurpan el trono de las manos
libres, su cálido tacto, el poder curativo de los labios y el mensaje febril
del corazón, es cuando el amor, sin duda, brilla en todo su esplendor;
despojado de toda acción que vulnere su esencia inmaculada, el amor florece, en
el afán de su estricta negación, como una rosa sin una sola espina, como un
árbol gigante que alcanza el cielo en un instante oscuro y nos hace desear una
felicidad menos completa, más terrenal y compasiva, una felicidad que nos
arrastre por el fango del deseo impaciente. El desamor es, pues, también amor
en cuanto que lo abarca, lo implica y se define en su ausencia, que es
presencia arrebatadora, pálpito desbocado, sudor frío, delicadeza extrema, un
sentimiento trágico de pertenencia al infinito, de reunión, un sentimiento
religioso de desvalimiento, de penuria y soledad, que, sin embargo, resulta
inusitadamente reparador, redentor en toda la extensión de su rebelde
significado. ¿No es el desamor, acaso, un vacío de amor, un vacío cargado de
energía, un campo de sueños que dota de cariño a los pequeños gestos, aunque
quien los dispensare no tuviera conciencia de su verdadera importancia?
Por eso el desamor (tal vez lo sea) es otro de los
atributos de mi exilio, porque amo con tal fuerza y tal pureza que mi amor
supera su concepto, excede su misericordia rehabilitadora, su función de espuma
y me convierte en un mártir de la melancolía y me rellena los poros de una
solución mágica, poética, un remedio heroico que me permite el vuelo de los
ángeles y la fatalidad de las olas del mar, la voz del viento creador y el
silencio de la piedra permanente.
Amo porque el amor no existe, porque lo que llamáis amor
ha sido visto dentro de una lágrima, en su interior tan húmedo, y solo existe
allí donde jamás se ha visto cielo tan hermoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario