Todo
está escrito. El mar es siempre un mar ajeno, es un pasillo largo,
resbaladizo,
indivisible; el mar corre a su encuentro patinando delicadamente,
sus
gárgolas furiosas lloran espuma, nieve, olas como puños encendidos.
Mirando
al mar los hombres ven a dios (fuera de foco).
Nada
está escrito. Nuevo día, nueva manera de mirar el mundo, nueva vida;
sin
ilusión. Las bestias avanzan sin ilusión por un camino tranquilo,
muerden
en sueños. La gente se obliga a permanecer en silencio. El amor es un acto
de
voluntad; al amor se le dobla la muñeca, grita y se retuerce, pero en silencio.
Tampoco
el silencio merece la caricia del papel o el chorro venenoso de la voz,
se
escapa por los tejados, fluye, se filtra supersónico bajo la tierra convulsa.
Crucificarse
es tan piadoso como escribir un poema de amor. Por la nieve
cuesta
caminar en la oscuridad, el tiempo se desnuca y promete un ruido estrafalario;
el
mar se mueve hacia su onda, para adentro, se resuelve en un batir de alas
todo
subterráneo, un Himalaya inverso, sin consistencia de montaña, sin abril.
El
mar sin mes de abril sufre un concepto raro, remonta su primavera azul,
alza
la vista al cielo porque nunca es azul a pesar del invierno que maldice su
rabia
y
lanza territorio helado por los ojos y no tiene secretos para la esperanza.
Mirando
al mar, el amor es un pequeño dios perdido en el corazón de las estrellas.
El
amor es un espíritu aparte. Dicen que ya está escrito su poema, pero mienten.
Su
alborada se está fraguando ahora con una gota de sangre y una lágrima
sobre
un cristal estrellado, con la luz del firmamento sobre el futuro cuerpo de una
sombra.
Al
amor le sobra una letra para romper tan áspero y completo contra los muros del
alma;
al
mar le falta otra para morir de golpe por un ve(r)so. Todavía nadie ha escrito
su
nombre definitivo, nadie ha pronunciado su verdadero nombre líquido y mortal.
By ANDREW STEARNS |
El mar es una palabra vacía sin horizonte, cantaba Aute hace ya unos cuantos años puede que llevara razón, y es también tantas cosas que se han dicho y se han cantado, tu aportación, Esteban, no es nada desde desdeñable y además nos hablas de horizontes. Quizás tendríamos que discutirlo en su significado pero no podemos escapar de la fuerza poética de este verso; Crucificarse es tan piadoso como escribir un poema de amor.
ResponderEliminarUn abrazo, Esteban, es un placer volver a saludarte.
Muchas gracias por venir, Enrique. En realidad el poema habla más del amor que del mar (como seguro has adivinado). El mar es una inmensa excusa aquí. Pero, claro, es tan grande que algo hay que decir, no se puede pasar de puntillas y ya está, si uno utiliza al mar, ha de pagar un precio, el precio módico de unos versos de amor (tal vez). Me alegro de que lo hayas encontrado interesante. Un abrazo, el placer es mío.
ResponderEliminarCreo, Esteban, que, entre nosotros, cualquier detalle puede tener su importancia, ya lo dije alguna vez, pero me llamó la atención que el famoso verso de Dylan Thomas "en la soledad del amor y de la muerte" fuera para mí durante años "en la soledad del mar y de la muerte" supongo que por una errata de imprenta en el libro donde lo leí, pero, desde mi punto de vista, sin quererlo nos acercaba a la similitud que puede haber entre el amor y el mar.
ResponderEliminarBueno, Esteban, no sería bueno pasar por este magnifífico poema y no decírtelo de nuevo.
Un abrazo.