martes, 14 de enero de 2014

ideal


Perfecta como una línea sofocante, resolutiva como un verso, radical
como una cibernética princesa
electrocoronada.

Perfecta en su remanso, en su alcoba grata,
nada deplorable. A su paso, soberbia, relampagueante, lúcida, bárbara a su paso,
tremenda. Así se produce una mirada cinematográfica. De gira.

Un juguete roto de gira por el hueco del ascensor.
¡Qué actuación!, la marioneta con el corazón en la mano.
De estreno. Dos rombos para el arte y ensayo sin paracaídas
(y una escalera mecánica).

Otro día nada suburbano. Ni un billete de metro. En palacio, expuesta a la ira de los confesores,
indefensa ante el señor y su guerra santa de guerrillas -escaramuzas preconciliares-.
            ¡Lobos con piel de caimán!

La música en el antro preferido de dios, limando pareceres adustos. Tener una opinión
es importante, una insondable, opaca a la voz de las alturas (que repercute tanto).

En la pantalla, la galvánica muchacha es un robot soñador, ¡ah, pero el robot soñado!,
íntegro de curvas, cóncavo de esferas, rastas y diamantes;
un vehículo trucado con yantas de charol.

De nuevo están el paso de látigo y el flow combinando materias y conocimiento.
Se deslizan los ánimos como lágrimas por una combinación violeta, como monedas
falsas por la ranura de la máquina de discos. Suena un espejo antes de romperse
hasta el infinito.

Mejor nos vamos, dicen los chicos, que fuman marihuana en español. Otro día será.





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