domingo, 26 de enero de 2014

triste como es


Fuera de sitio. Rechazando la exhausta corporalidad de la carne,
la tosquedad sistemática del hueso. Desarmado. El cuerpo al fondo, de atrezo,
sumergido en una bañera, así sacando un brazo para pedir auxilio, el brazo que saluda,
la mano que extiende sus falanges y avisa de que hay una cabeza en su lugar,
allí, sobre los hombros. El cuerpo atado a un poste para que los dioses practiquen
su puntería absorta: dardos reparadores, saetas puras, flechas de temporada (juegos de azar).

Acaso el cuerpo en armas, ascético, en volandas. Caminando por encima del alma
como si fuera un redentor de algo, un redentor en ascuas, alguien que desea algo,
un siervo cautivo del deseo ferviente, un seductor que arremete contra el pensamiento
tan humano y su excelsa virtud, el sublime instante en que se piensa en todo
de la misma forma y todo se comprende de la misma manera inexplicable; el momento álgido
en que se pierde de vista la materia y se ingresa en un espacio gobernado por el horrible silencio
que precede a la verdad.

El cuerpo decide mirar hacia adelante y solo encuentra  un compendio de imprecisas visiones
que son como horas muertas, retazos de un ayer en metamorfosis permanente,
integrado por un sinfín de acontecimientos que nunca llegaron a ocurrir, sucesos posibles,
reales pero estrictamente ajenos a la experiencia. ¡Ah!, y el cuerpo que se desvanece,
pasa a formar parte de un colectivo líquido, se convierte en imagen de sí,
grosera representación del espíritu, una idea grotesca llevada a feliz término
por el inconsciente, cotejada con el original en un despacho gris de la memoria.

En la soledad del sueño, cuando todo parece comprenderse mejor y el miedo no es un medio
sino el mensaje final, el fin de las cosas que acaecen sin alcanzar un sentido coherente
con lo que pudo ser y no fue, en esa habitación enorme donde el eco se pierde en la lejanía
del tiempo y la oscuridad adquiere una nueva catástrofe para su colección de horrores,
oh, la llama que no encuentra oxígeno, que no se alza ni vislumbra el camino de vuelta al hogar,
que sirve únicamente al concepto frío de la iluminación y carece de encanto.

Fuera del cuerpo. Sintetizando labios, codo a codo trabajando con el núcleo del fuego,
desatando un incendio que no le pertenece. Desafiante. Indiferente, sin decantarse
ni entregar su hermético concepto a una palabra. Este objeto celeste situado a años luz
de la fábula del arte, tan distante del mercadeo de los sentimientos, mecido por la sombra
indefinida de un carrusel galáctico, desconocido al tacto de nubes y horizontes.
Nave sideral que surca mares de abandono, océanos de olvido,
fértiles llanuras asediadas por el odio y la resignación. Esta cantidad profana,
sólido místico, este animal sin sangre que no admite llamadas ni cadenas.

En el recuerdo, un sonido tajante, una música vuestra, un silencio capaz de reventarse el corazón.






2 comentarios:

  1. Éste, como ejemplo más nítido de lo que yo veo en tu obra: diriges al lector a un centro dinámico colocando todos los estratos en el mismo plano usando herramientas de cinematografía pero superando lo escénico y sublimando el contexto ( ya no es suficiente llamarlo temática ). No hay tiempo, hay momento, pero para que el lector pueda acercarse usas de la linealidad sólo el inicio, una parte del cuerpo iluminada por la querencia de ver. Después uno se adentra y no se mueve. Todo es foco. Se siente en la sienes. Muchas gracias, Esteban, y un fuerte abrazo.

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  2. Vaya, Bruno, te agradezco el paso y el comentario, amigo. Lo cierto es que siempre tengo la sensación de estar excediéndome en el contenido del poema, de ser algo cargante en el mal sentido del término (vale, creo que no hay buen sentido del término tampoco). Siempre pienso que la poesía es simplemente un lenguaje. Un lenguaje que tiene sus códigos, códigos que cada uno va perfeccionando a lo largo del tiempo. Uno se pone a escribir en inglés o en español o en poema..., que es como escribir en la lengua materna pero pensándoselo bien, dos o tres veces (joke). Un abrazo y gracias por venir.

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