miércoles, 27 de octubre de 2021

la fragancia del tiempo

 

Laura sobrevive al invierno, se sobrepone, anuncia
un programa completo, sin resignación. Sus manos han derribado
una por una las estacas del asedio, su voz ha expuesto una contradicción tras otra, todas
imposibles de llenar. Ella recibe al viajero con los brazos
abiertos ―su refugio de montaña.
 
El invierno es un mar de cruces en el mar, es una restitución de las sombras, aboga por el pequeño
efecto de un mundo en miniatura, su reflejo pasivo. Es como si hubiésemos
sufrido una victoria, como si una tormenta se hubiera desatado.
 
Nuestro corazón aprueba la vergüenza de la soledad,
interviene en cada uno de sus movimientos posibles (Laura en ascenso), se sobrepone
también a la impasible afluencia del hielo; ella necesita sentir el soplo caritativo del Arte sobre su lejano
cuerpo, su espíritu ajeno, sobre su forma.
 
La nieve ha encontrado la manera de sublevarse ante el destino
funesto de las nubes, su espectro planetario, su naturaleza capaz. Abrimos la puerta al caminante
y sonreímos con el pudor característico de las grandes estaciones, el fulgor
característico de los grandes espacios, la crema
de la oscuridad.
 
Laura se ha resignado a vivir al límite, a la altura de un cielo
arrebatado donde se masca la crudeza del verbo y la obviedad del clima da
paso al fértil corazón de la esperanza. Con ella damos vueltas por el aire, juntos enfrentamos
el trance de la encarnación, somos de nuevo vértigo
y fragancia.


Luis Gispert, 'The Wait'

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