sábado, 30 de octubre de 2021

una ojeada al catálogo de ayer

 

¿Quién asiste al hundimiento
de una emoción? La muchacha se incorpora ―ha estado tanto
tiempo de rodillas―, desde su puesto privilegiado
observa la machaconería de las instituciones, cómo el odio sobrevuela las manzanas
podridas de la capital.
 
Se escucha un abecedario de disparos, un rosario de advertencias; un poema
crucial burla ese momento ebrio de la noche, su destacada
improvisación. Hay una especialista
en el mirador (ajena a la estampida de las almas), alguien que sostiene un libro entre las manos (ya flaquea).
 
La oscuridad ha penetrado por la ventana abierta de la biblioteca,
hace un frío que es como un armatoste de origen desconocido, como un andamio
elevado en el silencio, hace un frío
r e v o l u c i o n a r i o.
 
Ojos para qué os quiero; los ojos
puestos sobre el humo que va cebando monstruosidades
por los túneles; hay una sauna abierta donde los profetas inspeccionan
aberraciones y prolongan el escarnio.
 
La tierra cede bajo los pies de la mayoría, la tierra
es un continuo entre el verde hierba de la hierba y el negro puro de la redención, entre el desencanto
y el azul.
 
Ella solo traduce las asonancias
dentro del poema, la disonancia del mundo la conmueve de forma
extraoficial, no memoriza el nombre de las gangas que se anuncian en los escaparates ni anda
figurándose el mal entre las sombras; viaja
despacio y permanece a salvo
de la monotonía.



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