martes, 9 de noviembre de 2021

pecados de juventud

 

La Resurrección de los planetas, la esquiva y recta
alineación planetaria. Emily es famosa, su verso se contonea, es un modelo
de metódica aflicción (se desconocen las variantes, los ascendentes no se monitorizan). El verso
permanece a la espera, emboscado en su cuartilla en blanco
monoteísta.
 
Fortaleza necesaria, aire protector; el cielo
profundiza en las relaciones de pareja, a veces llueve en la claridad del personaje (o del paisaje),
a veces la lluvia arma un estropicio y termina por desvanecerse
como un fantasma inteligente.
 
En la entrada de la cueva hay un letrero que especifica las contradicciones, avisa: PROHIBIDO ASCENDER.
Son las distracciones inherentes al hecho diáfano, diario de vivir. En el barrio
los anuncios han dado paso a la violencia controlada, los gritos y las llamadas
a la movilización secular.
 
Ladrillos y baldosas proletarias, andamios a domicilio, el pan nuestro
de cada viernes noche en la ciudad actualizada, con su frío juvenil y su cadavérica
noción del tiempo: algunos se desinflan por completo como si anduvieran por un espacio diferente,
no comercial.
 
Al grano, Emily ha resucitado en nombre propio, su poema
resiste el deterioro cognitivo de la edad y el clima. Ella está muerta dentro de la nube, dentro de otro cuerpo.
Solemnemente alzada entre los muertos, alza la mano y se postula, ha vuelto
a ganar el certamen más boyante, su obra ha sido
publicada en los periódicos de mayor tirada, brilla como un profundo azul después de la catarsis,
es la silueta del arte después de la verdad.



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