domingo, 7 de noviembre de 2021

sin ganas de vivir

 

Retazos de inoperancia, peces
extraordinarios por fuera del agua; la vida va por fuera del bolsillo como un órgano
sexual o una clase de surf.
 
No se puede ser (y además). Resonante, organizado, no se puede ser (feliz). Gente que se precipita las pascuas,
gente de órdago provista de sus facultades
mentales, incluso con un proyecto vital definido por cientos de profesionales de la salud
mental.
 
La coherencia está sobrevalorada, está
minusvalorada, está tasada en su justa medida (todo a la vez). El milagro
por ejemplo es un pez fuera del agua
boqueando exhausto y previsiblemente moribundo
como un ganador del nobel.
 
Se siente el vértigo de la bajeza moral, esa desertización con consecuencias
emocionales (y sus libertinajes). Cuando llegaron los ángeles
se produjo un vaivén ―se produjo un avión― y las casas bailaban bajo un estruendo accidental.
 
Lo raro es que un poema atine a respirar, que hinche el pecho y que sus pulmones
balanceen un volumen incierto de aire, que el oxígeno
genere la mítica supervivencia.
 
Todo es un presente de poca monta, escaso
relieve, algo que se va futurizando, un futurible en conserva; y cómo se derrocan los solsticios, cómo
culebrean las estrellas, se anulan como materia y antimateria, como el rock y el punk, el soul
y los días laborables.
 
Hubo un milagro, pero fue un acto reflejo de la última noche, la patadita
del bebé, un acto de rebeldía contra las dulces ganas de vivir.



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