domingo, 4 de agosto de 2013

cerca de quién


Acerca de su estilo, será de las que adoran el futuro.
Su profesión romántica indagará en la esfera cristalina (no en el espejo);
recogerá la fruta de un olmo cualquiera, no demasiado seco,
ni demasiado viejo ni demasiado célebre, fruta madura,
pulposa y fresca como la sandía o los albaricoques que apaciguan
la piel resplandeciente de entusiasmo. 
Su estilo es la burbuja,
el óptimo sentido, el movimiento auténtico por su levedad,
su economía tan fácil. 
Ella es la esdrújula más bella,
acentuada en la unidad del verbo, donde otros musitan palabras
cansadas de luchar, adictas a su ritmo redundante y menos vivo,
de menor amplitud y peor letra, donde otros se recitan a su aire circunspecto, viciado. 
Como farfullan los demás la excusa y el olvido,
o solicitan el perdón de sus pecados odiosos, ella declama un redoble
de timbales, un baile africano, salto exclusivo de prestidigitadores, de magos
con las manos ocupadas. 
Su ventaja, su esfuerzo, es que posee un corazón al límite,
al fondo de la vida, esquina a la pasión que linda con el hecho del amor verdadero,
aquel que no conoce la tortura del pasado ni se recrea en posibilidades injustas,
que brilla por su propia sangre derramada en silencio y se termina en una poderosa llama.

Acerca de su cuerpo, no acaba el viento de arruinar su modélico peinado,
que sus dedos construyen un muñeco de nieve con un rayo de luz
y sus pies azulean el territorio de la perfección allanando la grava del camino.
Ojos que jamás, alma tras alma, anunciarán materia, que no verán sino tiempo prestado
alrededor de su templanza, tiempo para tenerlo todo entre las manos vacías.
Mas, sin dejarse nada en el tintero, habrá que decir: boca. Boca moderna y paralela
al verso (que no al beso, un éxito volante), boca transida, músculo,
(por no aludir al ósculo, que es un beso demente), boca de tanto daño,
la que arrulla y muerde con filigrana y bruma, como saca la lengua sin hacerse agua.
Será en el testimonio del exorno labial que se educan sus piernas
-pues que ha de hablarse de ellas en concreto y es perentorio sacar a relucir su encanto-,
presentes a su altura, estables en su vértigo de agujas redondeadas,
que si contienen sombra será por su perímetro absorbente, por su calma,
porque es real que han sido bendecidas por la cruz de los brazos
y han sido pronunciadas con firmeza.

Acerca de su alma, no es sencillo: es capaz de atrincherarse en un cubo de hielo.
Aunque se puede urdir una loca estratagema para lograr su peso,
añadiendo a los 21 gramos del cuento unas pocas toneladas de ternura;
se puede preguntar a dios por ella o conjurar el paso de un ángel desnutrido,
pero siempre es más útil rendirse a la evidencia del misterio,
observar el eclipse que provoca su hechizo
y ponderar la ingente magnitud de su ausencia.


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