jueves, 1 de agosto de 2013

desamparados


Dirán adiós, estamparán su magnífico sello a gran temperatura.
Navegarán con la fragilidad del sauce que clama a las estrellas.

Harán acopio de ferocidades para llamar al tiempo por su nombre.
Serán los hijos de la soledad y reinarán sobre una gota de agua.

Desde su estatura redonda, repartirán secretos entre los poetas del hambre.

            Ellos, que acogen la promesa del invierno y son tan fértiles
            como perlas de rocío, que no ceden espacio a la monotonía
            y permanecen estables de modo aleatorio, piedras preciosas
            de amplitud creciente y verdadera roca, barreras de coral,
            banderas nuevas aleteando, intercambiando azules con ímpetu febril.

En vano deletrearán una palabra de amor, d-e-s-a-m-p-a-r-a-d-o-s.

Tal vez se alegren y formen una sombra de leve recorrido,
allá donde la carne desfallece y emerge el soplo glorioso del espíritu.

Serán recordados en su apogeo, plenos de sofocantes matices,
húmedos hasta los huesos, soldados del verbo, héroes sin disciplina.

Conocerán manantiales en la flor del desierto y sufrirán la sed
de los desposeídos. Entonarán vibrantes himnos de armonía inaudita
y verán a los pájaros libres posarse sobre su cruda superficie.

Dirán adiós, delatarán su ausencia con un destello helado;

            luego, darán la vuelta al mundo en un instante
            y volverán a enamorarse como el primer día.







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