domingo, 10 de junio de 2018

el legado


Monodramática, monocromática, actualizando
para siempre (en forma de milagro) la ecuación de Drake, la otra vida del mundo y de los mundos. Milagro
fue que las rosas enviudaran, que fueran los delfines al concierto, que la hierba fundara su propio
monasterio. Cuando los edificios echaron a volar y las máquinas pensaban que esto había terminado. Y manchas
de genuina gente albergaron sentimientos impuros como límites insanos de una nación profunda. El apocalipsis
está escrito en una cuchara de palo, los dioses fingen su diplomacia de plasma, pero ocultan
dosis insignificantes de amor popular.

Angel se dosificaba, insólita, abrasiva, caminaba por un rango
extraordinario, otra vertiente, otra época gloriosa de la melodía al flow, el pasillo subterráneo para locomotoras
y extraños, la noche que no se ventila como es debido, noche sin punto de contacto con la imaginación Desde qué estrella
vienen a por todos. La magia no era una broma, fue un legado.

             Ella cedió (a) su verso incandescente, arma que apuntaba al norte, daga de diamante. En palacio, alguien
mutilaba fichas del dominó, enarcaba las cartas, tiraba al peso los dados volteando el cubilete con destreza (una vez). El verso
jugaba su baza electrónica, su blancura natal. (Mientras) enrojecía el cielo entre espasmos
luminosos, arcadas de la luz,
y la materia desandaba su camino fraterno hacia la nada.

La música se muere y este es el milagro, la piedad; el milagro es la radio de otro planeta, el bardo donde aguardan los poetas
su reconciliación con la esperanza. El barrio ha sido transferido,
gentrificado, anulado en pequeñas pinceladas de mullida espuma verde-azul. Ahora,
las muchachas adoptan la postura inoperante de una patrulla lunar, no se identifican pero disparan a pecho descubierto,
antes de preguntar recitan un aparatoso pliego de descargo.

Tanto universo da que pensar, excita las neuronas y los nervios; los mundos
difieren en su estructura orgánica, sus ganas de vivir, su sentido del ridículo estelar. El cosmos
dignifica la vida con un toque infrahumano, se multiplica en los confines,
se confina en fracciones, números decimales, fortalezas algebraicas sin un propósito claro. Angel lleva un trozo de arte
enlazado en el pelo como un adorno navideño, un cántaro divino,
escombros del ocaso. Su voz pretende un cambio pirotécnico en la columna de la felicidad, un estrago en la valiosa
carne del vacío; ah, su plena voz erige un rascacielos
que acaricia la cruz del horizonte.


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