sábado, 23 de junio de 2018

lo que expresan las montañas


Me he inventado todo esto.
(Kiko Amat)

Murió el último crítico (un ataque de inspiración). Exhalar está de moda,
cuando la hierba ha crecido y se mece alta y nerviosa como un péndulo terrestre. En el Parque, el poema se arrastra
un poco a desmano de todo lo demás, y todo lo demás aprieta el paso,
jadea al ritmo regular de la galaxia, al ritmo aguardentoso del planeta, a la velocidad esdrújula del Sol.

             Jordan cree en los poemas de ayer (intro)

Es una creyente apática, desoye aquella morfología arrodillada y cruel, sintagma
predicado a grandes voces. Desoye la trifulca del patriarca medio ciego, desobedece a dios. Porque el poema
dice, estima, aborda el gran enigma de la gravedad y sus emancipaciones, su trémulo
berreo. ¡Basta de pilas bautismales!, stop a las soporíferas
misiones. Regalad algo de hierba y dejad que los niños se promulguen.

La industria del pecado está de capa
caída, disminuye su cuenta de beneficios, su contabilidad asonantada. No existe la pura
consonancia, el paraíso es mentira hasta en la voz. Sin embargo, el desierto permanece y, tan robusto,
arbola la memoria de los pájaros sin nombre. Un azor quizás estremezca la curva meridiana del aire, deslumbre el ojo
vago de la aurora, su pecho carismático.

Ahora, Jordan posee un alma que rima con el barro más allá de la ciudad, donde la Avenida
conurba con el campo, los trenes no hacen parada y el campo se convierte, es como un duende irritado.
Lo dice el verso, pero a media luz, despeinado y bebido, la sombra apelmazada en una almohadilla cervical, un cascarón
plegado sobre sí mismo.

             (inútil, perfecto tabulador)

             Todo lo que no es poesía; ya basta. El Parque rebosa de tamaño y replanteo,
caudal y mojigatería. Es para analizarlo a conciencia, sin conciencia, elevando como globos las figuras que de él se eleven,
doce, trece impactos severos al diccionario de redes, literalidad y artículos
afables, soltura por encima, ¡quién lo diría!. Los labios se muerden, son mordidos, fingen remordimientos; brota
de su ruptura un beso o una conjugación, la oblea nocturna y pasajera, el prurito extraño de un rapsoda
enano al pie de Rapunxel.

Nada nos concierne –expresan las montañas (en el verso). En el verso se expresan las montañas, las tórtolas, los pinos
blancos que observan el derrotero de las olas desde la pendiente. Jordan y su baja
autoestima; por eso tiene que simular un rapto, tiene que fumar un rato cada mañana,
mientras escucha el poema y, a su lado, alborotan los niños contagiados del eco, la carnaza pujante del silencio.


Terry Evans

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