viernes, 8 de junio de 2018

instructoras


Destiny y Angel (Haze) –Gabrieles;
Instructoras. Ellas que vieron florecer el hongo tras el paisaje. Ellas
como divas del pop: así como Anne Marie,
pero más como Janelle. Se debilitan, han contado con la diversidad, errado su ansiedad liberadora. Son
partícipes del milagro, que en ellas aumenta y se visibiliza.

Derribar una muralla a desengaño limpio, suspirar contra la piedra. Esto funciona igual que una representación,
ríos de lava animan el cuadrante, nubes líquidas capaces de liquidar una vasta Región O,
borrascas repentinas sobre el cuaderno (y la fotografía de un lince): devastador.

Derribar una muralla a golpe de secreto, a brazo de mar. Destiny abraza mejor que nunca,
su cuerpo destila expectación, naturaleza y biografías ejemplares, su aliento
comprende la flor de tantas mariposas, engrasa las válvulas del mundo. Pero Angel ha cometido un milagro
sin esconderse por ello, sin recelar, cero arrepentimiento,
cero responsabilidad. Han ardido las páginas del libro, de pronto se han consumido la melancolía
y su aparato legal.

Angel H. monógama y segura, una preciosidad a la altura de la altura, a la sombra
de su monstruosidad aleatoria. Su piel bajo la línea del horizonte, bajo la lluvia que cala los huesos y las risas,
ventila torreones de arena, escala segundos entre lunas distantes.

             En la escuela aprendieron a desenvainar efímeras espadas, a pelear por un estado de conciencia,
a vérselas con dios. Hay estandartes, púlpitos aferrados a la tierra. Custodian un espacio vacío, centinelas del aire. La guerra
es su venganza, su contraseña es el arte, su palabra
pasa de mano en mano, una perla en el tiempo.

Destiny perdida en la bohemia de la selva, la antesala del bosque arrollador, el Parque
místico; ha sido versificada,
besada en un portal inundado de sangre; sus hombros han temblado como palomas blancas, sus labios dicen siempre
por una sola vez. Es su lengua francesa, su boca de fresa, el néctar que reúne la furia
nacarada de su hambre.

Patina en el espejo el verdadero amor, rabia su turno en el columpio, espera la dulzura de Los Ángeles, una primavera
artúrica, polvo, sudor y máxima atención. Un genio matemático ha rescatado
para el futuro el debut, la ópera más sórdida de Nova Rockafeller.
Y ellas bailan sin recato, ajenas al efecto excesivo de su encanto, intactas como pérfidas estrellas.



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