domingo, 25 de octubre de 2020

aparcamiento de versículos pesados

 

La poeta feliz, el poeta cordial, amable y ¡qué risueño! (¡el que no se ha
sentido acorralado!). Nota Bene: para escribir Poesía hace falta haber sido acorralado. Ni hacer
cumbre en el pico más crecido, ni sufrir una depresión
endógena aparente-
mente progresiva (progresista), ni apostar por el apalancamiento creativo (al contraataque),
simplemente haber sido acorralado –hecho es
simple (esto es un sample)– acorralado como un rambo cualquiera, como un animal acorralado; también
por la vida, sin aspavientos, sin un talento especial para la privación
y el abandono.
 
El poeta feliz, la poeta cordial, amable, siguen los pasos altos de la noche (que cubre
demasiado), pero no hace falta haber sido testigo de un famoso atardecer en Santorini, ni del espectáculo
circense natural del alba resurgente sobre Grand Canyon: cualquier ciego que haya recobrado la vista
admirará la oscuridad.
 
Literatura. El filón editorial se muestra arisco y es necesario
domarlo por las buenas; se aparenta (¡atención,
se aparenta!) un legendario buen gusto literario, interacción y cosas por el estilo. A cada paso, un nuevo
tropiezo, un agarradero. La cumbre se entrevé bajo la altura, cerca del cielo en bruto del vacío, a veces
cuesta sangre alcanzarla, pero no garantiza la gloria
ni el espacio privado, ni siquiera
una caída sin mácula.
 
Somos gente normal. El tipo de gente que sonríe con paciencia,
que no ha visto el mar, la clase de gente que redunda, que aparece, se extingue y equilibra el mundo. Somos
bastión, nuestro poema acaricia las alas de los ángeles (¡Destiny®!), es tan maternal
como autosuficiente; recluido en este
gigantesco aparcamiento de versículos pesados, yace como una aurora desmontada,
un mástil triturado por el viento. Yace a la sombra perfecta del perfecto rosal dickinsoniano vecino de los trenes;
y nadie lo ha escuchado todavía.


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