jueves, 1 de octubre de 2020

otro universo (es posible)

 

Desde cualquier ángulo, un amanecer de pacotilla:
cielo, luna y flor. Por la mañana hay un instituto (término insustituible)
y los chicos acuden con su pesadez y sus tartamudeos, su facilidad acomplejada. Hay un parque
que no está para bromas, sobre él recaen los tormentos de la idea(lización), el estropicio
literal de las cosas que se parecen entre sí. En realidad, todo depende de las probabilidades, todo es probable
en cierta medida y, si no, para eso está la poesía.
 
Destiny® escapa de la poesía por los pelos o porque ha desparecido
llanamente con un abracadabra de postal. A día de hoy, un ejército de sombras
arremete contra el Arte y sus conmiseraciones, su displicencia y esa meticulosidad de los buenos cobradores:
ah, la santísima Obra obra milagros inarticulados.
 
Todo estorba, hasta los pinceles, los lapiceros, las plumas de ave, las estilográficas también, sobran
los conocimientos históricos y los principios rectores. La Historia
es un conglomerado de aglomeraciones factuales (sic),
un croquis evolucionado.
 
El poema surca un espacio cubierto de cenizas porque hay algo aquí que
¡arde! Tal vez un corazón. La trama carece de significado, es insignificante, lo decisivo es el cuerpo
porque sangra, conoce el dolor a flor de piel, sabe cuándo hierve el agua
y el fuego es compasivo, cómo siente la hierba la emoción de la escarcha, el peso
claveteado del otoño.
 
Donde haya un Ángel, se alzará una perspectiva
indeterminada, se producirá un entrelazamiento entre el movimiento de sus ojos y la fase REM de la divinidad,
una traducción creativa del lenguaje profético y sus anáforas,
y sus ánforas cuajadas de panes y peces en múltiplos de seis. Este es el verbo que pasa a la acción,
el del apartamento en la costa y los aperitivos bajo el sol a granel
del mediodía, el que funde el oro de los pendientes de mamá y se asoma al futuro
desde el mejor balcón del universo.



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