miércoles, 24 de febrero de 2021

así se escribe la gloria

 

Oh, hermosa mañana, los pájaros embrujan las manzanas del árbol (el frío
es opcional). Este paseo destripa las runas del paisaje; los chicos prestan atención como el público
en un concierto de rock, andan sentados por los aires, renuentes,
abusando de su nostalgia por la velocidad.
 
El día ha presentado su azar
cosmopolita, las chicas miran para otro lado, ondean blusas y estandartes,
comparten una especial delicadeza, una manera de rociarse de sol: de ellas emana una frugalidad
inalterable. La mañana se azora, compite
por un poco de luz, las sobras del festín del alba: es la idiosincrasia de la porca materia
concienciada.
 
Morfeo. Destiny® pasea contando las baldosas, pisando
solamente las del mismo color, alargando la mirada. Su cuerpo
obedece las instrucciones de una mente ajena, su yo es un ente involuntario, sojuzgado,
fatídico. Nada escapa a la predestinación y el espionaje, a la divina
y adecuada progresión intelectual de las partículas y su dorado espín.
 
A la ciudad se le ha dormido un pie. A la pantalla se le ha dormido el pie de página, reposa el verso
turbulento su actividad diacrónica, la digestión soberbia de las novedades. El verso
se droga con retazos literarios, maremagnos y obras
destacadas. Su ebriedad es tan solícita, tan meticulosa.
 
Bajo la carpa de la noche, dinosaurios
en estado de gracia, inveterados cuentistas. La vida intuye la realidad, se zafa de varios terabytes de información
aleatoria mediante la consecución de un homerun
no-verbal. Acude luego al almacén global donde se agolpan los recursos
humanos y adquiere un subterfugio comunicativo, el alterego
categórico, la voz caudal de las estrellas muertas.



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