jueves, 4 de febrero de 2021

un espectáculo

 

Un creador, su savia omnipotente, qué pulso
sobre todas las cosas. Crea un amanuense, cero a la derecha del punto final. La mano que ensaya
una caligrafía medicalizada, letras pegadizas como penas capitales,
títulos mobiliarios; el poema se eleva entre nenúfares,
aspira a la preselección, a ser espachurrado, tratado
debidamente.
 
A quién se le ocurre: un Golem para desayunar, de un día
para otro, un artefacto migrante, aun a tientas, ciego de raíz, aun tambaleante y como
borracho, como de qué pie cojea, cojeando. Un espectáculo:
notad su taquicardia, abrochad su camisa desbordada, contened su ansiedad. Es el pasado
que llama a la puerta de la página en blanco, quiere
dibujar monigotes y simplezas, rotular con espráis de color
Gorman, subrayar su recóndita quietud, hacerse un hueco hacia la integridad.
 
Sacudiéndose la varita mágica  
como un trauma: magia para herbívoros, típica de los coleópteros, oscura. La poesía
concibe un pecado y lo satura, idea una satisfacción y le molesta, con esa cara tan larga,
esa facha indescriptible. Que uno escribe y anda desuncido,
se las arregla.
 
El creador calca un sistema, un proyecto y un procedimiento creativo: usa plastilina y hormigón armado,
moldea la arcilla universal, apalea la arena de la playa
y le insufla vida y colorido, vida y dulzura, esperanza y flow. Es su sacrificio
inexperto, su Atlántida crecida.
 
Ved algo, ved alto con los ojos del mago, leed las admoniciones, los subterfugios de la crítica,
adivinad el nombre de la divinidad, ¡sed ángeles vosotros mismos!, evangelizaos
y volad como una sonda espacial, sentid la gravedad de las naciones.
 
El poema se acaba, ¡a quién se le ocurre! (un verso). Bajamos la pirámide
y mordemos el polvo, rodamos una cinta de misterio; pues la tierra espera la huella invencible, el mamotreto
esférico que nunca se termina, la generación
espontánea de una firma genial.


Mick Ryan

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores