viernes, 9 de julio de 2021

el infinito mapa de la soledad

 

Solo forma, una brizna de maldad entre los ojos, en aquel
espacio reverberante de la oscuridad; hay una mirada que esclaviza la noche, un teorema
falso sobre la melancolía y el deseo.
 
Dicen que todo es verdad. Dicen que todo se esconde, que la luz se ha diluido en una frase
afortunada, que la tinta no mancha según qué pieles
de inmaculado volumen. Que el silencio no retrocede hacia el sonido
enfático del trueno.
 
La hierba se contradice, primaveral
y absorta, incómoda para los enamorados. Qué embarazoso el tronco
basal y despintado; esta Naturaleza amarillea adrede las orlas del otoño que fue, hace fuego en el bosque,
veranea en el alma y se atrinchera en el mundo.
 
Por si acaso.
 
Tormenta de piedras, ligereza, nombres de plantas, vademécum y taxonomía del desierto, atlas
de las enormidades, una microscópica visión del universo ―con un poco de mercromina bastará. El universo
se acentúa en el primer robusto cuásar de la serie, el remolino
original y sus corpulentos brazos espirales, la mancha gorbachoviana en el terso
cráneo de la divinidad.
 
Ah, ella escribe una carta bajo la batuta mágica del entusiasmo
rebelde de su corazón malvado, sigue el ritmo mecánico de los árboles que mecen la frescura
de la soledad ―el árbol cae de todos modos. El punto se retuerce
como si dependiera de su ruido el fondo estático del cosmos. Emily calcula la potencia de uno y habla
con el infinito en su lengua de signos; luego,
despliega un mapa que nadie reconoce.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores