domingo, 18 de julio de 2021

noches de trabajo edificante

 

Flores de lavanda y abejas industriosas, un verano en trámites de divorcio, una luz
retadora, esta física tonal. Como cierta noche de verano Alisha Boe fumando en su balcón
edificante ―es verídico. El aire fresco
se aglomera virtuoso, hace suyas las grandes intenciones.
 
Paramos en un motel barato y nada sórdido. Richard Brautigan ha escrito
aquí algunas de sus metáforas más consideradas, también una escritora europea ha deshuesado aquí un esqueleto
de quinientas páginas. De sobra. A lo lejos,
los lobos intuyen una carrera de categoría y se lanzan al rescate de las insinuaciones sepultadas
bajo el carmín del extremismo literario.
 
Las abejas ahora permanecen a la espera de un levantamiento
satisfactorio, a la espera del impublicable selfie protector, el significativo escarmiento, su revolución
oportunista.
 
Todos trabajamos; después nos subíamos al ático a escribir
la novela aclarativa, el estupefaciente invento no-verbal que habría de sorprender a la academia, el verso
descompuesto en una loca factoría de la mismísima ciudad de Minneapolis (MN).
 
                O en una pequeña ciudad lituana de frontera (es algo místico).
 
Algunas mujeres se han roto las espaldas en el río, se lanzaron a la carrera del hambre;
escépticas, libres en la poesía
(únicamente). Mano de obra.
 
Flotamos carretera abajo con banderas de conveniencia, es una imagen
retroactiva de la contaminación que viene. Árboles minúsculos sin nombre biológico ―ecuaciones
irreductibles― presentes en la representación del diluvio, actuando para ella, observadora
natural y propietaria de una granja de abejas sibaritas.





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