jueves, 22 de julio de 2021

un lugar en el art


Ninguna buena novela es un buen lugar para vivir. Vivimos
para el Arte, nos da cobijo un tejado de zinc (a pleno sol). La literatura
se ha comido una coma, arrecia como una lluvia de pedrisco sobre la planicie inmaculada, el campo
intrínseco (de secano) y mesetario, encastillado.
 
Hubo también un bosque donde las brujas cocían sus pócimas
artísticas, sus recetas afrancesadas y rubias; había incendios, entonces,
que calcinaban hectáreas de caminos, infinitos
matorrales, matojos y arboleda esencial. Hubo escarcha de todos los tamaños, pájaros
disecados en las ramas oscuras, aves inteligentes, búhos
consternados.
 
La novela seguía con su proverbial sonido a riachuelo, a corriente
envenenada, esa fuerza del agua que arremete contra el mundo. Los protagonistas
actualizaban el enredo a gran velocidad, abarcaban un elenco
cuidadoso de caracteres públicos: 12 hombres sin piedad, 7 novias para 7 hermanos, Casablanca, Alien
y The Walking Dead.
 
Todos los estereotipos
del momento, todos los accidentes geográficos, todas las vicisitudes, la corteza del tiempo (máster
en intensidad reluciente y formación de casualidades), emblemas
lingüísticos como medallas de primera comunión, signos de flaqueza.
 
Aunque la novela discurra plácidamente entre
admoniciones y consejos, héroes nativos y camiones de la basura, camionetas rojas y perritos calientes,
siempre llevará algo de sangre seca en la comisura de los labios,
siempre le quedará un regusto a poesía rancia entre los dientes:
el aliento visceral de la miseria
y el éxito.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores