En
alguna ciudad tan ultrajada una biblioteca resistió la debacle
y se
mantuvo intacta con sus libros de oro acumulando polvo
(y edad)
en las vitrinas.
Años
después, ella encontró un pequeño abismo y se dejó caer
hasta
el ágora, la cámara perfecta e incontaminada.
Tocó
el primer libro, que se deshizo entre sus manos tibias.
Abrió
el segundo, muy despacio, y leyó este poema:
Mi
corazón ha perforado el vacío,
tendido
al aire como una sábana blanca,
ondeando
como una bandera de rendición.
Lo
has mirado latir desordenadamente
y
has ensayado el rapto ante mis ojos impuros,
el
ideal de una existencia encadenada al beso
sepultado
en el hueco de tus labios.
Palabras
como rayos que abrasaban los ojos,
se
arrimaban y producían un calor confortable,
un
resquicio de humanidad, un extraño abandono.
Salió
de allí con otra carne; el cosquilleo, el flujo, la sonrisa del gato.
La
noche, entretanto, había echado raíces en la piedra derribada.
El
primer lobo vislumbró el encantamiento y quedó a la espera.
El
segundo rindió sus fauces al blando sortilegio.
Muy bonito para recitar a tu enamorado o enamorada. Gracias por pasarte por mi blog Esteban.
ResponderEliminarQue vaya bien: Saludos.
Gracias por pasarte, Rafa. Fue un placer conocer tu blog.
EliminarUn cordial saludo y hasta pronto.
Esteban, en general me gusta mucho tu poesía, desde los sonetos hasta la más experimental, y hay ocasiones, como es la que me brinda este poema, en que alucino (por decirlo de la forma menos poética que se me ocurre).
ResponderEliminarUn abrazo y enhorabuena por ese amor más allá del amor, que es todavía superior al que llega más allá de la muerte.
Yo, sinceramente, con la que alucino es con Nneka (joke).
EliminarBueno, pues muchas gracias, parece que sonó la flauta.
Un abrazo, Ramón, y a ver si me paso por tu blog un día de estos, aunque casi te leo más en el foro de Rafel.