El
ángel bosteza
como
se yergue una columna de humo negro.
Escupe
luego su anuncio luminoso:
"Factoría
de Milagros"
que
sitúa en lo más alto de una montaña de estiércol.
Seis
segundos de trabajo. Al séptimo, descansa,
de
acuerdo con la costumbre de su Casa Grande.
Comienza
su andadura transformando
buitres
en palomas
y
repugnantes roedores en adorables mininos
listos
para la adopción.
Realiza
experimentos con los perros famélicos
y
consigue pura sangres de elegante zancada.
Llegado
el momento, secuestra al primer niño -uno pobre y andrajoso-
y lo
convierte en un auténtico escritorio estilo Luis XV
que
deja en la puerta de su chabola miserable
sobre
una alfombra persa.
Acto
seguido, come sin apetito y absorbe el caro espíritu de un cisne,
fuma
alegremente y, antes de acostarse,
se
pega varios tiros en las sienes con la pistola de su padre.
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