misión imposible (III)
Corazón
de plata,
el
mensajero
¡siente!
Ligero,
sube al andamio y trabaja en su gloria
toda
la jornada.
Y nadie
le venera,
ningún
esclavo cae
de
hinojos, abraza el suelo, lo limpia con sus besos,
se
postra ante su ascenso al alza que delira.
Uno
niega varias veces -tres-
haber
sido conmocionado testigo,
privilegiado
observador de la catástrofe,
y no
presenta un nombre familiar.
Los
hombres evitan la liturgia, oscurecen la fama
del
reino, rechazan el poder,
el
vínculo,
mantienen
su boicot al manifiesto.
Corazón
más grande,
él,
¡siente!
en
beneficio del padre que dormita reconstruyendo su espíritu.
Hay
gente hermosa, discreta gente
hermosa
que sustenta columnas,
elegantes
ramas.
Damas
altivas grabadas con su estirpe de mirada felina,
belleza
oscura y movimiento grave.
Cumple
su tiempo, preso de amor,
cruelmente
atado a su salario indigno,
embadurnado
de mañanas vírgenes, víctima de un alma
tan
pura como el fuego.
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