Tierna
palpita la espesura bajo
un
sol de otoño que amenaza nieve.
La
luz hace en la sombra su trabajo
de
conceder y de quitar relieve
a las
cosas del mundo, a las personas
que
van y vienen por su vida breve.
Porque
la luz también tiene sus zonas
oscuras
donde todo se enmaraña,
que
son como papeles que emborronas
y
como el pensamiento que te engaña,
fantásticas
regiones, hemisferios
ocultos,
tierra incógnita y extraña.
También
las luces guardan sus misterios,
lo
mismo que las sombras forman parte
del
decorado de los cementerios.
La
luz es la materia que se imparte
en
ciertas academias de altos vuelos
y,
para las estrellas, es su arte
y es
un secreto a voces en los cielos.
Pero
la sombra escoge su alumnado
entre
los que se tiran por los suelos,
planetas
que carecen de alumbrado,
lunas
que ponen siempre mala cara,
ciegos
cometas de contorno helado.
El sol
descarga su tormenta clara
sobre
los árboles desprevenidos,
como
si el aire se desangelara
repartiendo
sus alas por los nidos,
mientras
la sombra se pronuncia suave
y
suavemente roza los oídos
con
su voz terrenal de tono grave
y su
color de ausencia, tan vacía
que
todo el ancho mundo en ella cabe
noche
tras noche hasta que llega el día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario