Lejos
en el cristal se halla
su preciosa forma de ser que casi
nadie conoce
La sociedad es un corto recorrido por la boca del dragón,
el
humo que no deja ver el magma se eleva en turbias avalanchas,
el
volcán se ha cronificado como una enfermedad sin tratamiento.
Los
chicos destrozan bocas de riego con enérgico afán de sus zapatillas converse,
pero no
conversan entre ellos:
brindan
el silencio de sus corazones a la nueva violencia que los acoge en su seno.
Ahora hay un tren de cristal en su
sonrisa
La
gente es perezosa aunque siempre lleva prisa por llegar a alguna parte,
disimula
su ignorancia y su mala fe, mira de soslayo. La gente es propiedad
de
los tratantes que subcontratan almas lácteas (de color) en la parada del
autobús,
almas
trágicas que disimulan su extraordinaria palidez
o se
mueren de hambre.
Cuando
las almas se quedan en los huesos, llegan los capataces
cada
uno con su altavoz y su libreta, que a veces es azul.
Las
chicas -baila que te baila, brilla que brilla- tienen miedo de la paz social.
Prefieren
un conato de revuelta. Una revolución de baja intensidad, solo hasta el sábado.
Por
algo prefieren trapichear con el ácido y los huevos todo el día en el parque,
así
todo el día paseando a los perros peligrosos que las escoltan,
todo
el día fumando sin parar de fumar.
Su espejo es un cristal harto de
luna
Los
hombres se pelean por las tardes detrás de cualquier sitio, rompen botellas
y se
lanzan ciegos contra las paredes. Suele quedar sangre por el suelo
que
al día siguiente ya no está.
Ella
vive así. Su preciosa forma de ser es una suerte, una puerta al paraíso,
la
llave de la casa de pinturas, la del sótano alegre. Por eso, cuando se siente
más bella,
se
mira en otro espejo y conquista el reconocimiento amargo de todas las
mujeres.
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