sábado, 5 de septiembre de 2020

minimalista

 

En la cima del mundo
hay una fuente. Sobre todas las cosas, hay un libro. Todo
parece salir mal. La calle en cuesta con sus aceras de sanfrancisco, su cielo
azul espacio, su amanecer torrefacto. Una estrofa extranjera, un verso empobrecido con sus trenzas
color aceituna, su amarga historia, su apego contractual.
 
Las chicas están
institucionalizadas, llevan una bandera en el bolsillo, llevan
una constitución actualizada con enmiendas a la brutalidad, visten con desenfado
pero están enfadadas
en primera persona.
 
Oh, y salimos a cenar, la noche contradice su estilismo,
nos ofrece una biblia abierta por la página equivocada, nos ofrece un milenio
cultivado de estrellas, la verdad del silencio: cerveza y alguna confesión,
vodka y algún espejo roto.
 
Cuando ella lee
un libro en el andén, se retira la sombra, el aire
organiza una farsa de gravedad y altura. Tenemos cerca la comida y el Arte, la culpa nos rodea; entramos
al museo con espíritu severo, con lealtad, y contenemos la respiración
pensando débilmente.
 
Dar vueltas es una opción
minimalista y segura, no exige concentración ni acervo, no agota demasiado. Volar,
en cambio, mortifica como nunca, el avión puede caerse, las alas pueden detenerse. Así
que vamos a dar una vuelta: es que hace buena tarde para irse de la lengua,
otra tarde sin nada que perder.



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