sábado, 12 de septiembre de 2020

el plan del infinito

 

Qué coincidencia. Una conciencia ante el espejo se siente
extravagante, se siente general y femenina, tan moderna; un alma reflejada
en el cristal: ¡traigan un extintor!, una manguera de agua cristalina, que descuelguen el cristo
de la pared del dormitorio, que se haga ya de día, por favor,
que alguien dé a luz algo de luz.
 
La obscenidad es gratuita, los árboles son gratis, como el aire, como la realidad;
Emily ha sobrevivido y parece mentira. Su voz soporta el ecualizador de la materia viva,
vive y glorifica la sombra de las flores, su voz es una combustión de rosas, cubre un paraíso
apartado, nombra a la hierba por su brillo. Hemos bautizado un acre de hierba para pasto de bueyes,
erial inmarcesible; es un terreno ingenioso,
creativo y nada fértil, es un yermo precioso, semejante a un rayo de sol,
a una fase cualquiera de la claridad –es decir–, a una rebanada del tiempo transcurrido
entre el incendio que viene y el plan del infinito.
 
Sin disimulo, las almas fortalecen su pasado. Los Ángeles las acarician,
abren para ellas un camino a la ausencia (de dios); en el distrito solo el humo es eficiente. Las chicas
fuman, sus estómagos se inflan, sus pechos contribuyen a la historia de la ciudad, sus manos. Ellas
suspenden su incredulidad a la vista del fuego, han oteado el descenso de la noche,
testigos del espacio.
 
Mañana los ancianos volverán al cementerio con sus flores
inciertas, los cuervos llorarán de alegría al verlos tambalearse entre las tumbas, todo ese
mármol, esa montaña de huesos, ese olor a campanas. En la celda, el preso
colgará los hábitos y saldrá a recibir el frescor tímido y audaz de la redención.
 
Qué maravilla. El cuerpo se resigna, su nombre es su apariencia, su nombre
es un pedazo de silencio tirado por el suelo, una respuesta con la mente en blanco. En aquel centro comercial
tienen de todo, vas y te atienden (no te entienden), te venden y te compran. Y tus ojos orbitan
necesarios, tus pies ingrávidos se elevan y compiten con la soledad (que es un orbe en ascenso), rozan
la extraordinaria levedad de la forma, forman caravanas de lluvia. Hace calor, pero el granizo
acecha como un lobo escuálido, el frío se protege de los hombres.
Y los hombres colocan crucifijos por el mundo
estratégicamente.


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