domingo, 1 de agosto de 2021

déjà vu

 

Laura ha conseguido un ascenso (era un chiste: humor seráfico). Por el camino se han
march(it)ado las nubes. Nada que decir. Junto al poema,
un abecedario manuscrito. La poesía ha llamado a la puerta y alguien ha abierto la caja de los truenos.
 
Están mirando al microscopio, antes de eso miraban con el monóculo,
escrutaban detenidamente la forma del meollo del corazón
ingrávido del Verbo. Esa horizontalidad
desorientada y formidable de toda la escritura en todos los idiomas de la tierra.
 
El prado, los caminos, los salteadores y las bestias
sanguinarias, el clima áspero y continental, los rascacielos, las autopistas de la confusión. Laura
ha conectado con una gracia que es como un revulsivo para su juego interior. Esta
modernidad ha devenido en contraste y purgatorio.
 
Ahora: la ropa que hay que ponerse,
los zapatos que hay que anudarse, los pendientes terminados en una fórmula
segura. Subir a la pirámide y olvidarse del móvil o quedarse sin la foto romántica, sin el verso
específico y la coletilla. Entre las estanterías de la biblioteca
perderse como un Pulgarcito de ocasión.
 
Ahora hace calor en cualquier parte, los cielos se muestran
condescendientes, el hielo forja alianzas inesperadas: aquí con una columna de humo, allá con una sombra
persistente, un silencio tan ajeno como un rifle camuflado en el asiento
de atrás. Más tarde, se disparará la noche en todas
direcciones y acudirán los Ángeles a consolarnos con su fértil
y prosaica desmemoria.



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