domingo, 22 de agosto de 2021

humareda

 

Es el amor, será el amor que avanza
desbordante, será que baila como los puntillistas del ballet.
Los ojos rojos del amor salen
pitando, cubren una nostalgia infinita, caprichosos velódromos, resultan
tan inminentes. Tan exóticos como un Stradivarius, ah suenan al serio ruiseñor del campo,
envueltos en el mismo secreto insuficiente.
 
Siempre hay un para-siempre-jamás, un cercado para los pobres
y los sentimientos, siempre un cielo alquitranado detrás de cada plano de la luz. Somos pobres
de ímpetu, experimentamos la nobleza del despecho, la sinrazón de la melancolía, nuestros
Ángeles guardan un parecido con el Arte.
 
Es el amor que huye
de milagro, dándole brillo al espacio, armando un puzzle de mil
piezas consagradas; capturado en un selfie acusador, catapultado al lunático rictus del amanecer, directo
hacia el apeadero de la última noche
de insomnio.
 
En el poema se retracta ―se propaga. En el poema es grácil,
fulge. Corre con la elegancia de una medallista de cien metros, una gimnasta
del renacimiento. 
 
Supera obstáculos, oráculos, puertas sin número y calles sin retorno; es el amor en pleno
―doble o nada―, un cazarrecompensas perseguido
por la sombra azul de un beso
y su humareda.



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