sábado, 2 de marzo de 2013

sonetos (V)


Puedes mirar al permanente cielo,
fingir el breve pie que se tropieza
o la boca católica que reza
con gran recato y expresión de duelo.

Puedes fundir con la mirada el hielo
o hacer que nieve sobre mi cabeza
y que la nieve caiga de una pieza
como una losa de apagado vuelo.

Puedes encadenarme a tu sonrisa,
atarme en corto con tus ojos verdes
o darme cuerda para que ande un rato.

Puedes pisar por donde nadie pisa,
puedes perderte donde no te pierdes
o hallarme donde pierdes el recato.

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En las fecundidades del crepúsculo,
yace el despojo de la madrugada,
tan huérfano de luz y tan minúsculo
que no se puede ver con la mirada.

Cuerpo minimizado hasta el corpúsculo,
alma que disminuye y se degrada,
sangre sin corazón, hueso sin músculo,
llama de todo el fuego despojada.

Llega la noche y se protagoniza,
con gran solemnidad, poniendo en liza
la ceja de su horrible parsimonia.

La veo descender, como un pecado,
vestida de domingo endemoniado
y absorta en su grotesca ceremonia.

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Amar sólo una vez. Morir después
de haber amado tanto como hubiera
sido posible amar por vez primera.
Zarpar, arriando amor, llanto a través.

Izado el estandarte del inglés,
la inhóspita, impasible calavera,
cruzar muerto de amor la vida entera,
pasar de vientre a vientre, mansa res.

Amar con el arrojo inquebrantable
que exige al corazón el alma pura.
Surcar el mar del tiempo a toda vela.

Llegar a puerto, infante venerable,
en el semblante un rictus de amargura,
de inextinguible amor que tierra anhela.

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Hago de mi raída capa un sayo
y donde dije digo digo diego:
donde te dije amor con voz de fuego
te digo sólo luz con voz de rayo.

Te digo sólo luz y luego callo,
me callo el dulce amor y te lo niego
y donde toda el alma puse en juego
pongo la soledad en que me hallo.

Rayo en la perfección de tanta sombra
que no siento la clara voz del día
ni me tienta el azul del hondo cielo.

Pues donde hubiera voz nada te nombra
y lo que fuera amor es sólo fría
luz que niega el amor con voz de hielo.

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¿Criados a la sombra de qué voz
fueron estos silencios absolutos?
¿Esta realidad acorazada,
dónde aprendió a cubrirme de nostalgia?

¡Oh, temo a la palabra y su silencio!,
a su silencio muerto y enterrado
-doble tesón de sombra y sepultura-,
a su oculto, gastado diccionario.

Existe un eco, padre de la luz,
en cada eterna soledad del aire,
un fuego de maneras miserables.

¿Al abrigo de qué futuro incierto
han arraigado tanto en mi memoria
estas realidades avanzadas?






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