domingo, 24 de marzo de 2013

gueto


No hay alambradas de tres metros de altura, ni fosos profundos:
la barrera es mental.

El aire huele a cloroformo y tiene alguna cualidad específicamente débil,
posee transparencia elemental de bajo rango y afecta a los sentidos
que se desconectan de la realidad mediática, de lo que existe.

Las cámaras captan una sombra extraterrestre que se divide
en una colección de logradas tinieblas afectadas por enfermedades
infecciosas. Los corazones laten asincrónicos, no líricos, se auscultan
sus preciosos ventrículos dorados con el genio imprevisto
de la maquinación.

Pues aquí no funcionan los motores legales,
todas las causas son causas perdidas para los buenos abogados.
            Este es un terreno abonado para los jueces de la horca,
            pero la policía duda y no se atreve a respirar el odio,
            no entra al juego oscuro de los abandonados callejones,
            se detiene justo al borde del precipicio.

Los chicos de la zona se entretienen con el tráfico.
Los perros callejeros dificultan el tránsito.
Y siempre pasa un coche a todo volumen
que no deja que se oigan los gritos, los disparos y las risas

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