El amor verdadero ignora
la verdad
(Anónimo)
Continúa
el escéptico traslado de su mano en busca de la consciente suavidad
que
empapa y cerca cada fragante curva, cada simiente delineada por el viento.
Sus
ojos claros muerden una moneda arrojada al vacío mientras deciden
la
longitud de la mañana, que se nubla ajustándose a su tiempo.
El día
romancea y se disuelve, se disemina por el antiguo éter,
asciende
a su manera volante por la escala y suena por la escala a su manera
básica.
El día tiene la virtud de irritar al sol y de moverse por su cuenta.
En el
vergel que fue doble jardín, ardían los planetas. Ahora, en el jardín,
suspiran
otras plantas sin cuidado, dejadas al albur de una esperanza tímida.
Su mano
franquea posibles obstáculos y, por lo menos, tiende a la fragilidad,
aspira
a sumergirse en los peores conceptos en busca
de una
respuesta ágil.
El
cielo muestra sus indicaciones y la lluvia condescendiente rompe a caer y cae
desconsoladamente,
abierta a su materia, ajena al entusiasmo, diríase que acaso
se
desprende de una rama, salta a su manera innegociable, brusca y femenina,
enfatizando
su forma de caerse, como quien dice para no hacerse daño.
Despacio,
la mañana se enciende y luego se derrumba en humaredas y plomo,
trasciende
sus pesados algoritmos y desemboca en un marjal de nubes apátridas.
Su mano
se introduce en la sombra violando la eternidad del momento,
entona
su minuto de caricias, converge en una ovación sostenida
al
manto que repite su desplome y escenifica los síntomas de una muerte variable.
El amor
es un bálsamo que no tiene que ver con el agua del río,
ni con
la frescura de su tacto. La rosa es para no tocarla, el aire para respirar
con
temor y desconfianza. Porque el amor sugiere la cancelación del instinto,
la
sensación intelectual, el código, el arte que falsea su silueta en la arena.
Su mano
explora el dogma en el aura que eriza el vello de la hierba recién pisada,
en el
minucioso cetro que emerge de la entraña del roble. Sus ojos negros
rozan
la penumbra, forcejean con un nuevo misterio.
Cae la
tarde y la lluvia se explica en el tránsito azul de la primera nube.
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