Qué
tierna... El trueno sostenía la palabra: qué rápida de acentos
alumbraba
su vértice nativo, el sosiego inmediato
de su
pronunciación. El sensato orfebre retocaba el silencio con esmero
dictaba
su encanto de soslayo, afinaba su piano intermitente.
La
rumba parecía a punto de estallar, a tono con alguna
definitiva
ausencia.
La
palabra era un nombre común, de trámite y de oferta,
no
llamaba a la acción ni prometía otras realidades, sonaba, simplemente,
básicamente
heraldo de una suerte contagiosa de concepto,
mensajera
del reflejo inconsciente e insignificante de un movimiento imperceptible,
sonaba
como rayan las mentiras el núcleo del sistema,
con la
misma confianza en su única fuerza, su
pureza canalla,
imbuida
de torpeza porque aún no expresaba libertad.
Qué
pura se sostenía en el hilo al rojo ardiente, vivo o muerto,
en la
lengua viva o muerta que mascullaban los héroes anónimos
al
salir del trabajo doliéndoles las manos y a las chicas doliéndoles las manos y
los pies,
y a los
hombres doliéndoles el corazón en un puño y a las mujeres
llenas
de esperanza doliéndoles el cuerpo atareado...
Cuánto
dolor a la puerta de la fábrica, en la puerta del colmado, de la maquiladora,
a la
puerta cerrada del infierno del trabajo que falta. La palabra era un grito
asesinado
a cerrojos, descerrajado en medio de la frente del alma,
como un
pecho salvajemente herido para el beso
que
reclama y obtiene su materia de amor.
O la
palabra que es el nombre del padre y la familia donde puede decirse
de una
vez sin adjetivos, donde nadie discute su importancia
pues
que llena los platos hasta el borde, multiplica los panes
y allí
se reproduce en los estantes de la vieja nevera.
Viene
la revuelta programada en los parques, lucen sus mejores galas
las
banderas del pueblo, gritan sus mejores palabras los jóvenes airados,
recitan
el hondo testamento de los obreros muertos en combate,
la
letanía extrema de las bases, como un eco pacífico
e
invencible.
Qué
nueva y reciente, qué interminable la palabra hecha de historia
y de
fidelidad al lenguaje completo de los sueños, lengua de sonidos fáciles
partida
en dos para animar al vértigo y llamar a la victoria en un solo quejido.
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