Algo más fuerte. Pero no en la verdad de la noche:
al
amanecer.
Hebras
de argentina propiedad y timbre ardido,
números
enteros afortunados.
Amanecía
igual que amaneció,
gratuitamente.
La rubedo escanciaba sus trenzas de metal
sobre
el prosaico rosáceo cristal del horizonte.
La
horizontal rotó su inclinación pagana,
parió
un bisonte en estampida, gordo como un lechón
de imberbe cornamenta.
La
noche peligrosa dentada al-arma blanca
reconoció
su alcoholismo y devolvió... una esfera...
-arcadas
convulsivas, ¡basta!- delicada como un plafón
(que es
otra palabra insana).
Algo más
fuerte. Una copa de ron. Mosca y cerveza,
dobles
parejas contra full; el color de la revancha.
Salía
el sol a ver (las ray-ban azul cielo quedan bien dentro de un límite)
una
detonación, a escuchar un rumor rojo escarlata.
Un tanto así de sangre
en la batidora de mamá.
Preparando
el desayuno: es una manera de sentirse a gusto
sin
oraciones ni esfuerzo. El despertador no suena
y el
trabajo comienza a parecer de obra.
En la
obra, el hombre vocifera fracciones,
escupe
partes del cuerpo humano, partes de baja
y de
confirmación.
A
algunas azoteas desorientadas les pesa la luz.
En el
parque, unos críos intercambian bocadillos y tabaco,
un
pícaro gorrión le roba la cartera a una paloma.
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