jueves, 2 de mayo de 2013

sonetos (X)


Bienvenidos a la estupefaciente
composición autónoma y concreta,
al Poema, a la trampa y a la treta,
a la celada turbia, fehaciente.

Un cuarteto, un soneto -más se miente-
bien pensado, entrenado en la secreta
profesión de burlarse del poeta,
del lector y de todo ser viviente.

Primer terceto, la cautela obliga,
no vaya a deslizarse alguna idea
(el Poema es estricto en este asunto).

Para acabar, da igual lo que se diga,
el arte no se funda, se recrea.
Lo digo yo, lo dice el verso. Y punto.

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Un día la belleza se marchita
y entonces solo el arte la sustenta:
¿qué verso por pasar de los cuarenta
pierde su encanto en la primera cita?

Si el tiempo da vigor, luego lo quita
-por más que la debacle sea lenta-,
pero el eco inmutable de la imprenta
sigue lozano en la palabra escrita.

Es la virtud del arte, su inmanencia,
su poder infernal, su vampirismo,
la gota que de pronto colma el vaso.

El arte como cargo de conciencia
y la belleza como catecismo:
el éxito en la cima del fracaso.

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Siente tu corazón, deja que hable,
que imponga su virtud a sangre y fuego
y mude el vulnerado silbo en ruego
perfecto de tu pecho invulnerable.

Transcribe, pon acento en lo inefable,
haz del misterio secular un juego,
gana, vuelve a ganar, y pierde luego
la ganancia en un verso imperdonable.

La poesía es más, qué duda cabe,
es una habitación -¿tienes la llave?-
donde se puede hablar sin llevar voz.

Donde el silencio avanza muy despacio
sobre la eterna urdimbre del espacio
y la palabra, en cambio, es muy veloz.

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Vuelvo al rigor del género maldito,
que en mi persecución se degenera
toda forma poética sincera,
con su realidad y con su mito.

Vuelvo al horrible Olimpo. Me repito
y hago como si no me repitiera.
¡Qué rigurosa accede, qué severa,
la palabra a mi verso del delito!

Desciendo de los padres de la tierra
y no recuerdo más generaciones
que las imprescindibles a mi acento.

Retorno, por la senda del que yerra,
al método infalible y sus prisiones
-que son las de mi propio estancamiento-.

---

Solicitando genio para el drama
-mientras la inspiración llega o no llega-
bajo el arco triunfal de la bodega
o el influjo silvestre de Ketama.

Haciendo acopio de algodón en rama
se suelen escribir versos de pega
(se suele recoger lo que se entrega,
por eso el arte tiene mala fama).

Negociando una estrofa miserable
con la Musa más torpe de la historia
animado de un claro desaliento.

Dando voz a la flor para que hable
de la belleza sin cantar victoria
(y sin contarme siempre el mismo cuento).

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