miércoles, 11 de noviembre de 2020

vive y deja de vivir

 

Al poeta no le gustan las personas, nos desagrada la gente,
procura apartarse y no cruzar palabra, procura desnaturalizarse. El poeta no es Whitman, no es.
Odia su propia voz.
 
El poeta tiene un árbol de confianza,
un Ángel de confianza (Destiny®). Ambos celebran
conferencias (sin confraternizar). Tiene una rosa de confianza. Un grupo musical de referencia;
le gusta la voz de Olivia Dean.
 
La gente no cree en los Ángeles (estamos a favor)
aunque viva en la ciudad de Los Ángeles. La gente no cree y lleva las de ganar. La gente
no es de confianza.
 
La poesía confía en el Arte en primer lugar, confía en una forma de entender
el mundo-espacio, proyecta una forma de entender la naturaleza, actualiza las reacciones
humanas, es una ciencia imprevisible. Whitman y su campo a través y sus buhardillas
empinadas (símbolo del poderío erecto de la urbe), su asfixiante y ufana alteridad.
 
El poeta tiene miedo.
Siempre. Asustados y tímidos, sus zancadas cortas no son zancadas, su altura es de baja estatura,
su gracia es portuaria, su anhelo es frecuente, suda.
 
Personas por todas partes, también en el campo recorrido por máquinas arrendatarias (y bots de internet),
también en la tv. y en la realidad. En la literatura se agolpan personajes con múltiples personalidades,
descripciones afanosas, fotos fijas de un instante extemporáneo, reemplazos del pasado,
semillas de fatalidad y ojos a la virulé. Como vírgenes y santos perdedores.
 
El poeta se atasca. Se lo ha pensado todo y no hemos dicho
la mitad de la mitad. Una undécima parte, una parte íntima. El pensamiento es la verdadera/única
poesía, un área escurridiza donde todo es imposible
 
Al poeta no le gustan los poemas de la gente (ambos inclusive).
Vive y deja vivir.


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